El pequeño Andrés despertó cuando aún el
cielo estaba oscuro. Suspiró con pesadez y se sentó en la cama con sus
piececillos descalzos colgando del borde, movió los dedos rápidamente mientras
contemplaba cuanto impulso tenía tomar para saltar lo suficientemente lejos y
estar a salvo de los seres desagradables que probablemente habitaban entre la
pelusa bajo su cama. Pero entonces se detuvo y frunciendo el ceño miró al suelo
recordando las palabras de su hermano “Los monstruos no existen Andy.” Le había
dicho con su sonrisa cínica de hermano mayor. “Ni los dragones.” Continuó como
si no estuviese aplastando el mundo de Andrés con sus palabras “Nada de eso es
real” Y se alejó luego de rodar los ojos con toda la autoridad que le conferían
sus recientes 13 años.
Andrés se puso de pie al borde de la
cama, con los talones tan cerca como pudiese de la ciudad de pelusa y esperó.
Nada. Julián tenía razón, pensó casi
decepcionado de que algún ser no le hubiese jalado por los tobillos.
-Todo es mentira.- murmuró, dándolo así
por decretado se dirigió al baño a hacer caso al llamado de la naturaleza, la
razón original por la cual se había despertado.
Al regresar a su habitación se detuvo
junto a la cama de Julián, quien dormía plácidamente, ignorante de la
revolución de fe que había causado en su pequeño hermano, con una pierna colgando
de la orilla de la cama, las mantas en un enredo a un lado, con la boca
ligeramente abierta y saliva humedeciendo su almohada.
- Te babeas dormido.- dijo Andrés
acusadoramente en voz alta buscando algún tipo de venganza, siguiendo un
impulso repentino recurrió a todas sus fuerzas y descargó su puñito cerrado
contra el hombro de su hermano, Julián roncó violentamente y se revolvió en
dirección a Andrés. El pequeño saltó y presa del miedo corrió a su propia cama,
saltó sobre ella y se escondió bajo las mantas. En la oscuridad podía oír a
Julián removerse y quejarse desde el otro extremo de la habitación.
-¿Andy?- escuchó a Julián murmurar medio
dormido, se mantuvo inmóvil con el corazón latiéndole violentamente contra las
costillas y aguantando la respiración, temiendo que pudiese delatarlo.- Enano
fastidioso…- murmuró Julián y Andrés le sacó la lengua a pesar de que su
hermano no podía verlo. Andrés esperó en silencio, pero con cada segundo que
pasaba se adormecía un poco más, el pequeño se revolvió con cansancio pero el
suave crepitar de papel lo hizo despertarse de nuevo. Andrés se movió un poco y
lo escuchó otra vez, tanteando con sus manitas extrajo un sobre escondido entre
las mantas y su cuerpo, lo examinó con interés, ese sobre no había estado allí
antes, él estaba seguro de ello, su madre los había hecho arreglar la
habitación antes de dormir.
Andrés pensó que podía ser de su
hermano, se bajó de nuevo de la cama y sacudió a Julián hasta que este gruñó
abriendo solamente el ojo izquierdo.
-¿Esto es tuyo?- le preguntó acercando
el sobre al rostro de su hermano con ansiedad, Julián lo miró por un segundo
antes de murmurar un bajo “No” girarse y seguir durmiendo. Andrés se dirigió al
cuarto de sus padres al final del pasillo, la oscuridad y la suave brisa hacían
que se le erizara la piel del cuello, apretando el paso llegó a la habitación,
su padre roncaba en una imitación muy grande de Julián y su madre dormía con la
cara bajo una almohada. Andrés se arrepintió en el último segundo y regresó a su
cuarto sin despertar a sus padres. A mitad de camino volvió a cambiar de
opinión y se metió en el baño del pasillo, el que compartía con su hermano.
Una vez hubo cerrado la puerta con
seguro prendió la luz y miró el sobre. Era extraño y de textura muy suave, no
se parecía en nada al papel sucio del periódico de su padre ni a las brillantes
hojas de las revistas de su madre, no se parecía en nada a ninguno de los
muchos libros que sus padres conservaban en el estudio del piso inferior.
Andrés giró el sobre y una escritura morada en una de las esquinas llamó su
atención.
“Andy”
era lo único que rezaba la brillante y apretada escritura. Ya que tenía su
nombre y lo había encontrado en su cama Andrés no vió problema alguno en
abrirlo, una sensación cálida se apoderó de él y tuvo el presentimiento de que
ese sobre contenía algo importante, algo suyo, era una sensación semejante a la
que tenía durante su cumpleaños a ver la montaña de regalos de sus amigos y
familiares, pero mejor. Con manos temblorosas sacó un trozo de papel que
parecía relucir en el pequeño baño, Andrés lo sostuvo entre las manos y extraño
zumbido le tapó los oídos “magia” solía susurrar su madre cada vez que eso
ocurría.- Magia.- repitió Andrés en un susurro, casi completamente convencido
de lo sobrenatural del papel entre sus dedos.
Con lentitud, utilizando todas sus
capacidades de lectura aprendidas hasta sus cortos años, leyó el contenido.
“Querido Andy:
Esto no es algo que solemos hacer, no
nos gusta ser reconocidos, solemos meternos en problemas, los adultos no nos
comprenden, pero sabemos que tú si lo harás.
Julián estaba equivocado, los dragones
si existen, lo sé de buena fuente, uno muy simpático es mi vecino. También las
brujas, aunque no suelen ser tan malas ni la mitad de feas, son muy útiles, su
magia es la que nos mantiene ocultos, son nuestras sanadoras, podría decirse
“doctoras” como creo que es el equivalente en tu mundo. Los Trolls son muy
listos, son nuestros preparadores, nos enseñan todo lo que necesitamos cuando
somos jóvenes como tus “maestros”. Así como ellos hay muchos ejemplos, las
sirenas son excelentes cantantes y les encanta animar fiestas, Los gigantes
aman el arte, los más reconocidos pintores y escritores de nuestro mundo miden
más de 5 metros.
Conozco un centauro que es el mejor chef de la ciudad, somos
una comunidad muy unida.
Lamento no poder ir personalmente, pero
la seguridad es algo que tomamos muy en serio. Preferimos pasar desapercibidos,
así no nos metemos en problemas y es que mi especie, soy un duende por cierto,
somos muy traviesos, amamos los juegos y a mi me encanta verte jugar. Eres un
niño muy imaginativo Andy, no dejes que nadie te quite eso, la imaginación es
el mejor de los regalos.
En fin, no puedo decir mucho más,
conseguí que mi amigo Lucas, el fénix, dejara esta carta para ti, pero se
supone que no debes saber de nuestra existencia, cuento contigo para que
guardes el secreto.
Ahora me despido, tu amigo Teodoro, el
duende.”
Andy se quedó viendo la cara con ojos
como platos y temblando más que antes, repentinamente sintió un peso extra en
el sobre que descansaba sobre su pierna izquierda, dejando la carta de un lado
volteó el sobre en el suelo ante él, una fotografía instantánea salió del
sobre, en ella se veía a un niño pequeño sentando ene l medio de un bosque, era
pelirrojo de ojos azules muy brillantes y Ando notó que tenía las orejas
puntiagudas, mientras miraba la foto el chico le guiñó un ojo, Andy dio un
respingo de sorpresa, dejando caer la foto en el suelo, en la parte trasera,
con la misma apretada caligrafía morada estaba escrito “¡Cree!”
Andy sonrió casi con ganas de llorar, no
podía ser posible tenía que decírselo a Ju… Pero entonces recordó, Teodoro
había confiado en él, así que Andy guardaría el secreto.