Cada cabeza es un mundo, aquí dejo un trozo del mío...

sábado, 28 de julio de 2012

Volar


Todo es silencioso, todo está oscuro, un único foco de luz ilumina un cuerpo en elegante postura. Preparado. Expectante.

Empieza la música. Ritmo suave. Segundos inmóviles, audiencia e intérprete esperan. 5, 6, 7,8... Movimientos sencillos. Elegancia. Feminidad.

Respira. Desplazamiento. Mira al público. Punta. Giros rápidos, pequeños saltos. Vida. Alegría.

Desde muy pequeña su mayor sueño era volar, quería sentirse libre, elevarse sobre todo lo demás, dejar sus problemas atados al suelo y alejarse de todo. Escuchar la calma. Sentir el silencio. Simplemente volar.

Brazos extendidos pero no rígidos. Cabeza alta. Siente la música. Expresa con tu cuerpo lo que tus labios son incapaces de decir. Vive

Se acerca el clímax, movimientos rápidos. Abarca todo el espacio. Búsqueda. Tu cuerpo es tu instrumento. Baila. Siente la música vibrar dentro de ti. Giros, giros, más giros. No pierdas el foco.

Vuelve la calma, descansa, cae al suelo. La suave música guía tu cuerpo, eres un títere de las sensaciones. De pie. Confusión. Silencio. Mira al público. Espera

Renace la música. Pasos cortos. Toma impulso y salta, el mejor Grand Jete que seas capaz de conseguir. Justo en ese momento lo sientes. El silencio. Puedes saborear la calma en la punta de tus dedos. El resto del mundo quedó en donde tus zapatillas se alejaron del suelo. Eres libre.

El momento parece durar para siempre. Caes con suavidad en suelo al tiempo que acaba la música. Aplausos resuenan a tu alrededor pero son incapaces de romper tu calma. Tu cuerpo tiembla. Sonríes mientras lagrimas corren por tus mejillas. Un nuevo ritmo mueve tu cuerpo, los latidos de tu propio corazón. Lo conseguiste. Eres capaz de volar.

¡Cree!


El pequeño Andrés despertó cuando aún el cielo estaba oscuro. Suspiró con pesadez y se sentó en la cama con sus piececillos descalzos colgando del borde, movió los dedos rápidamente mientras contemplaba cuanto impulso tenía tomar para saltar lo suficientemente lejos y estar a salvo de los seres desagradables que probablemente habitaban entre la pelusa bajo su cama. Pero entonces se detuvo y frunciendo el ceño miró al suelo recordando las palabras de su hermano “Los monstruos no existen Andy.” Le había dicho con su sonrisa cínica de hermano mayor. “Ni los dragones.” Continuó como si no estuviese aplastando el mundo de Andrés con sus palabras “Nada de eso es real” Y se alejó luego de rodar los ojos con toda la autoridad que le conferían sus recientes 13 años.

Andrés se puso de pie al borde de la cama, con los talones tan cerca como pudiese de la ciudad de pelusa y esperó. Nada.  Julián tenía razón, pensó casi decepcionado de que algún ser no le hubiese jalado por los tobillos.
-Todo es mentira.- murmuró, dándolo así por decretado se dirigió al baño a hacer caso al llamado de la naturaleza, la razón original por la cual se había despertado.

Al regresar a su habitación se detuvo junto a la cama de Julián, quien dormía plácidamente, ignorante de la revolución de fe que había causado en su pequeño hermano, con una pierna colgando de la orilla de la cama, las mantas en un enredo a un lado, con la boca ligeramente abierta y saliva humedeciendo su almohada.
- Te babeas dormido.- dijo Andrés acusadoramente en voz alta buscando algún tipo de venganza, siguiendo un impulso repentino recurrió a todas sus fuerzas y descargó su puñito cerrado contra el hombro de su hermano, Julián roncó violentamente y se revolvió en dirección a Andrés. El pequeño saltó y presa del miedo corrió a su propia cama, saltó sobre ella y se escondió bajo las mantas. En la oscuridad podía oír a Julián removerse y quejarse desde el otro extremo de la habitación.

-¿Andy?- escuchó a Julián murmurar medio dormido, se mantuvo inmóvil con el corazón latiéndole violentamente contra las costillas y aguantando la respiración, temiendo que pudiese delatarlo.- Enano fastidioso…- murmuró Julián y Andrés le sacó la lengua a pesar de que su hermano no podía verlo. Andrés esperó en silencio, pero con cada segundo que pasaba se adormecía un poco más, el pequeño se revolvió con cansancio pero el suave crepitar de papel lo hizo despertarse de nuevo. Andrés se movió un poco y lo escuchó otra vez, tanteando con sus manitas extrajo un sobre escondido entre las mantas y su cuerpo, lo examinó con interés, ese sobre no había estado allí antes, él estaba seguro de ello, su madre los había hecho arreglar la habitación antes de dormir.

Andrés pensó que podía ser de su hermano, se bajó de nuevo de la cama y sacudió a Julián hasta que este gruñó abriendo solamente el ojo izquierdo.
-¿Esto es tuyo?- le preguntó acercando el sobre al rostro de su hermano con ansiedad, Julián lo miró por un segundo antes de murmurar un bajo “No” girarse y seguir durmiendo. Andrés se dirigió al cuarto de sus padres al final del pasillo, la oscuridad y la suave brisa hacían que se le erizara la piel del cuello, apretando el paso llegó a la habitación, su padre roncaba en una imitación muy grande de Julián y su madre dormía con la cara bajo una almohada. Andrés se arrepintió en el último segundo y regresó a su cuarto sin despertar a sus padres. A mitad de camino volvió a cambiar de opinión y se metió en el baño del pasillo, el que compartía con su hermano.

Una vez hubo cerrado la puerta con seguro prendió la luz y miró el sobre. Era extraño y de textura muy suave, no se parecía en nada al papel sucio del periódico de su padre ni a las brillantes hojas de las revistas de su madre, no se parecía en nada a ninguno de los muchos libros que sus padres conservaban en el estudio del piso inferior. Andrés giró el sobre y una escritura morada en una de las esquinas llamó su atención.
Andy” era lo único que rezaba la brillante y apretada escritura. Ya que tenía su nombre y lo había encontrado en su cama Andrés no vió problema alguno en abrirlo, una sensación cálida se apoderó de él y tuvo el presentimiento de que ese sobre contenía algo importante, algo suyo, era una sensación semejante a la que tenía durante su cumpleaños a ver la montaña de regalos de sus amigos y familiares, pero mejor. Con manos temblorosas sacó un trozo de papel que parecía relucir en el pequeño baño, Andrés lo sostuvo entre las manos y extraño zumbido le tapó los oídos “magia” solía susurrar su madre cada vez que eso ocurría.- Magia.- repitió Andrés en un susurro, casi completamente convencido de lo sobrenatural del papel entre sus dedos.
Con lentitud, utilizando todas sus capacidades de lectura aprendidas hasta sus cortos años, leyó el contenido.

“Querido Andy:

Esto no es algo que solemos hacer, no nos gusta ser reconocidos, solemos meternos en problemas, los adultos no nos comprenden, pero sabemos que tú si lo harás.

Julián estaba equivocado, los dragones si existen, lo sé de buena fuente, uno muy simpático es mi vecino. También las brujas, aunque no suelen ser tan malas ni la mitad de feas, son muy útiles, su magia es la que nos mantiene ocultos, son nuestras sanadoras, podría decirse “doctoras” como creo que es el equivalente en tu mundo. Los Trolls son muy listos, son nuestros preparadores, nos enseñan todo lo que necesitamos cuando somos jóvenes como tus “maestros”. Así como ellos hay muchos ejemplos, las sirenas son excelentes cantantes y les encanta animar fiestas, Los gigantes aman el arte, los más reconocidos pintores y escritores de nuestro mundo miden más de 5 metros. 
Conozco un centauro que es el mejor chef de la ciudad, somos una comunidad muy unida.

Lamento no poder ir personalmente, pero la seguridad es algo que tomamos muy en serio. Preferimos pasar desapercibidos, así no nos metemos en problemas y es que mi especie, soy un duende por cierto, somos muy traviesos, amamos los juegos y a mi me encanta verte jugar. Eres un niño muy imaginativo Andy, no dejes que nadie te quite eso, la imaginación es el mejor de los regalos.

En fin, no puedo decir mucho más, conseguí que mi amigo Lucas, el fénix, dejara esta carta para ti, pero se supone que no debes saber de nuestra existencia, cuento contigo para que guardes el secreto.
Ahora me despido, tu amigo Teodoro, el duende.”

Andy se quedó viendo la cara con ojos como platos y temblando más que antes, repentinamente sintió un peso extra en el sobre que descansaba sobre su pierna izquierda, dejando la carta de un lado volteó el sobre en el suelo ante él, una fotografía instantánea salió del sobre, en ella se veía a un niño pequeño sentando ene l medio de un bosque, era pelirrojo de ojos azules muy brillantes y Ando notó que tenía las orejas puntiagudas, mientras miraba la foto el chico le guiñó un ojo, Andy dio un respingo de sorpresa, dejando caer la foto en el suelo, en la parte trasera, con la misma apretada caligrafía morada estaba escrito “¡Cree!”

Andy sonrió casi con ganas de llorar, no podía ser posible tenía que decírselo a Ju… Pero entonces recordó, Teodoro había confiado en él, así que Andy guardaría el secreto.

jueves, 10 de mayo de 2012


Sentada en el alfeizar de la ventana con una taza de entre las manos cierro los ojos y puedo verte de nuevo, te he visto tantas veces que ya me cuesta discernir entre ficción y realidad. El escenario que me rodea se desdibuja con lentitud, poco a poco dejo de sentir el calor de la taza entre mis dedos, la madera en la que me apoyo deja de ejercer presión contra mi espalda, aunque el sol toca mi piel casi no siento su calor,  un leve escalofrío me recorre y el polvo hace escocer mi nariz, abro los ojos y me encuentro a mi misma entrando a un antiguo teatro. Dejándome guiar por la suave melodía de un piano recorro el espacio tras bastidores con lentitud y los escalones de madera crujen bajo mis pies al subirme al escenario. Y allí estás tú, golpeando suavemente el teclado con expresión de tenaz concentración, a pesar de la tenue iluminación distingo el familiar tatuaje en el lateral de tu muñeca y no puedo evitar sonreír, es como volver a encontrar a un viejo amigo.

Una fría corriente de aire me hace temblar ligeramente, tú aún no me has visto así que retrocedo uno pocos pasos con las manos tras mi espalda hasta sentir la suave textura del terciopelo del telón contra las yemas de mis dedos. Me dejo llevar por tu música como cada vez que te encuentro, te miro. Me encanta mirarte, no sé si lo sabes pero es como si una luz irradiara de ti, duele como si mis ojos apuntasen directamente al sol, pero es tan hermoso que no me atrevo siquiera a parpadear. Comienzo a marearme, hay un dolor martilleante contra mis sienes y casi con mayor malestar del que me produce observarte desvío la mirada y me concentro en como la luz baña una telaraña escondida entre los asientos de primera fila. La música aumenta su cadencia y está llena de palabras que nunca nos hemos dicho, de sentimientos que no nos atrevemos a expresar y de posibilidades que nunca se verán realizadas. Porque tu presencia es tan temporal como mi mente lo permita. Porque mismo no existes más allá de los confines de mi imaginación. Porque cuando abra los ojos no estarás y yo seguiré en el alfeizar de la ventana con una taza de té, ahora frío, entre mis manos. Porque no me conoces y yo aún no te he encontrado.

miércoles, 29 de febrero de 2012

Carta a un desconocido

Querido Anónimo, te escribo con ganas de encontrarte y miedo a perderte. Te escribo como te he escrito tantas veces, con la ignorancia de mi juventud (sé que dirás que no es excusa pero se indulgente conmigo y más aún con este pequeño escrito, el primero que me atrevo a dirigirte sin disfraces. Dedicado a ti en tu más pura esencia). Pero por sobre todas las cosas, apreciado Anónimo, te escribo porque no te tengo.

Te escribo desde mi corazón anhelante, este que sigue buscando un amor que aún no dignas a mostrarme (porque sí, tú lo tienes cautivo entre tus desconocidas manos), atrapado se revuelve y lucha contra tu cárcel, queriendo ser libre, queriendo encontrarnos, a ti y a mí. Desde lo desconocido escribo esta misiva, mi señor Anónimo, desde la incertidumbre que da el no haber vivido aún el primer amor, aquel tan aterradoramente hermoso, aquel que dicen queda para siempre en la memoria, el legendario.

Añoro algo que nunca he tenido (¿es eso posible mi esperado anónimo?), sueño despierta con el momento en el que finalmente te encuentre, quiero escuchar tu risa y hacerte sonreír, sentir tu dedos entre los míos y tocar tu rostro, inhalar tu aroma y volverme adicta a tu perfume. Envidio a quienes te han descubierto y pueden llamarte por tu nombre sin dudar, con la confianza de saberse poseedores de algo hermoso. Te he soñado tanto mi querido anónimo. Mi sobre ejercitada imaginación te ha visto llegar a mi vida de tantas formas, has aparecido en mis sueños con facciones tan diversas, palabras tan distintas pero siempre eres tú. Te reconozco ti, mi Anónimo, en todos mis ensueños.

A veces me pregunto si piensas en mi, si esperas a alguien como yo, Anónimo mío, o si en cambio crees haber atrapado ya al pequeño Eros y disfrutas de la compañía de alguien más.

¿Te puedo confesar algo querido Anónimo? Tengo miedo, no es algo que suela admitir pero tengo miedo de no encontrarte, me aterra desperdiciar la vida buscándote y perderme otras muchas cosas que también son importantes. Me da miedo que no seas real, que resultes solo ese rostro incierto producto de mi imaginación, que esa fantasía que llaman amor no exista para mí. Tengo miedo no saber hacer esto, no saberte querer de la manera apropiada, de la manera que te mereces. Me asusta no ser suficiente, porque aunque no eres perfecto (A pesar de todo sigues siendo humano, mi Anónimo, pero humano al fin) para mí estas bastante cerca de serlo, dolorosamente cerca.  Pero no nos pongamos pesimistas señor Anónimo, que mi propósito no es hacernos llorar.

Hay tantas cosas que quiero compartir contigo, algunas que ya he hecho antes, pero el hecho de que tú estés conmigo las hará infinitamente mejores, dignas de conmemorar. Quiero largas conversaciones y noches en vela, quiero ir al cine, a cenar, compartir un helado o simplemente acostarnos al aire libre a contemplar el cielo, escuchar música, discutir sobre deporte o cualquier cosa en la que no estemos de acuerdo. También quiero las peleas, la incertidumbre, las tan nombradas “mariposas en el estómago”, todo contigo mi anhelado Anónimo.

También tengo preguntas, pero no te preocupes, nada demasiado comprometedor. Solo quiero llegar a conocerte, quiero saber cosas de ti solo porque me importas, detalles triviales o momentos que dejaron huella, lo que quieras compartir conmigo será siempre bien recibido.

Pero ha pasado algo, mi dignísimo señor Anónimo, he decidido vivir, no me malinterpretes, siempre te esperaré y cuando decidas llegar a mí aquí estaré con los brazos abiertos y probablemente unas cuantas lagrimas de felicidad, aunque no prometo nada. ¿Por qué? Te debes estar preguntando, porque si estás allí afuera, mi amado Anónimo, allí en el mundo real sé que valdrá la pena esperar por ti.

domingo, 18 de diciembre de 2011

Hechizo

Distracción lo alcanza para definir mi estado actual. Me es imposible prestar atención si continúas así, ¡Detente! Me provoca gritar, pero sería vergonzoso alertar a las demás personas en la sala de lo que está ocurriendo a pocos centímetros de ellos.

Tus delicadas manos se deslizan suavemente sobre piel, arriba y abajo, con la presión necesaria para aliviar tus tensiones y crear más en mi, observo tus dedos moverse con experticia sobre la piel expuestas, te mueves ligeramente para mejor acceso y tengo que reprimir un gruñido. Cierras los ojos y un ligero zumbido de satisfacción escapa de tus labios.

Sigues con el movimiento y yo mantengo la mirada fija en tus manos, me hipnotizan y se me hace imposible apartar la mirada. Pareces haber encontrado un punto especialmente satisfactorio y sonríes con los ojos aún cerrados. Siento que comienzo a sudar.

Tu lengua humedece tus labios y me pregunto cómo se sentirá besarte, pero sé que no sabré la respuesta, las voces se alzan un poco a mi alrededor y abres los ojos contestando alguna pregunta de quienes nos rodean, ni si quiera podría decir quien fue. Asientes con una sonrisa a lo que sea que fue dicho y casi puedo asegurar que amo tus labios.

Reanudas el movimiento que no noté se había detenido y vuelvo a quedar absorto con tus manos, pequeñas, delicadas, perfectas. Oigo un murmullo a mí alrededor y de repente noto tu mirada interrogativa en mí, siento la adrenalina en mi cuerpo al encontrarme descubierto.

-¿Mauricio, se encuentra bien?- miro en derredor y me doy cuenta que no eres tú sino que todos los presentes en la sala de conferencias me miran.
 -Sí, perfectamente.- contesto tratando de parecer calmo.
-En ese caso esperamos su propuesta para el marketing del nuevo producto.- dijo nuestro jefe tratando de esconder una sonrisa, supongo que mi observación no le ha pasado desapercibida.
 -Sí, señor.- me pongo de pie y voy al frente de la sala sin mirarte, cuando estoy frente a la junta en pleno te doy un vistazo y tus manos aún permanecen en tus hombros, suspendidas a mitad del masaje.

Me miras interrogativa y yo solo empiezo mi presentación. El hechizo se ha roto.

viernes, 28 de octubre de 2011

Valiente


Nuestro pequeño grupo siguió al hombre que se hacía llamar Judas hasta el monte Getsemaní. Allí esperamos unos pocos segundos hasta que se acercó al más alto de los presentes y lo besó en la mejilla, sabíamos qué hacer pues nos había dado su señal. Unos se dedicaron a apresarlo mientras los demás reteníamos a los otros once  “discípulos” como se hacían llamar, lucharon débilmente y al poco tiempo se dispersaron, huyendo para salvar sus vidas.

Ya una vez con el supuesto hijo del Dios como nuestro prisionero nos dirigimos al palacio del Sumo Sacerdote. Jesús parecía muy tranquilo. No niego que me ponía algo nervioso, no opuso ningún tipo de resistencia a su arresto más allá de increparnos por qué no había sido capturado antes e incluso esto lo dijo con dulces palabras. Una vez frente al Sumo Sacerdote se procedió a su juicio, primero permaneció callado, solo escuchando las acusaciones en su contra, cuando el Sumo Sacerdote le preguntó directamente si era el hijo de Dios no lo negó, al parecer el hombre tenía ganas de morir.

Se decidió llevar al prisionero frente a Pilatos a la mañana siguiente, unos pocos fuimos elegidos para su custodia, no puedo decir que me alegrara particularmente el honor. Jesús caminaba de un lado a otro en su celda y no creo que haya dormido en toda la noche, en un momento nuestras miradas se cruzaron y tras su supuesta calma pude detectar el terror que sentían los hombres inteligentes al saber cercana una muerte dolorosa. No lo comprendía, si tanto miedo tenía, ¿por qué simplemente no negaba las acusaciones? Seguramente la vida propia valía más que cualquier creencia insensata que pudiera tener.

Al salir el sol se cumplió con lo acordado y ante Pilatos fue presentado el cautivo. Al interrogarle si era verdaderamente el hijo de Dios pensé que finalmente decidiría negarlo todo y salvarse, pero una vez más el judío me sorprendió al contestar con un escueto “Sí, tú mismo lo dices” muchos más cargos siguieron por parte de los sacerdotes pero el acusado parecía no escucharlo, su mirada clavada en algún punto indefinido frente a él, con postura erguida y rostro calmo, nadie pensaría que él podría morir si así Pilatos lo decidía.

Mi atención estaba dividida entre el prisionero y Pilatos cuando este resolvió darle la decisión de la vida del hombre a la multitud, se salvaría él o Barrabás. La sorpresa fue evidente en el rostro del Prefecto cuando comenzó la gritería pidiendo la crucifixión de Jesús de Nazaret. La influencia de los sacerdotes era evidente, porque aunque blasfemo, el de Nazaret era inocente, mientras sobre Barrabás los crímenes abundaban. Pilatos trató de convencerlos de cambiar de parecer, pero la multitud estaba decidida así que lavándose las manos, quitándose la responsabilidad por la vida del hombre soltó a Barrabás y a Jesús lo llevaron para ser azotado.

Los primeros azotes fueron silenciosos por parte del prisionero, con la mandíbula fuertemente apretada arqueaba la espalda con cada golpe de los romos clavos atados al látigo. Ya luego de los primeros veinte cayó de rodillas y comenzaron a escapar gritos de sus labios, pero en ningún momento pidió piedad ni cambió su testimonio, tragué saliva ante su fuerza de voluntad. Cuando terminaron los azotes su mirada, aunque débil por el agotamiento, era determinada.

La procesión con la cruz fue una de las peores que he visto. Los guardias con los que yo mismo había compartido en numerosas oportunidades se mofaban de él e incluso le pusieron una corona de espinas. Abucheado y despreciado por muchos, llorado por otros cuantos, Jesús de Nazaret recorrió el camino hasta el Gólgota con la cruz a sus espaldas a veces ayudado por un hombre elegido entre la multitud
Rasgaron sus vestiduras y lo clavaron en la cruz entre dos criminales. Extraños sentimientos se revolvieron en mi pecho: pesar, culpa, lástima por el hombre que sufre una muerte lenta y agoniza clavado a una enorme cruz de madera con el título “Rey de los Judíos” escrito sobre su cabeza. Su madre llora entre el público y mi pecho se revuelve aún más, siento nauseas y ganas de huir de allí o de olvidar todo lo que he presenciado, olvidar lo que he sido partícipe estos dos días.

Las dudas nublan mi mente mientras lo bajan de la cruz y su madre se tiende a llorar sobre su cuerpo sin vida. No sé si realmente era el hijo de Dios, un profeta o simplemente un demente. No sé si es cierto los supuestos milagros que él realizó, no sé si la oscuridad que ahora se cierne sobre nosotros es prueba de la naturaleza del crucificado, solo sé que Jesús de Nazaret fue un hombre muy fuerte, con convicción en sus creencias, con mucho amor por su gente, pero por sobre todas las cosas, fue valiente.

domingo, 21 de agosto de 2011

Sobre decisiones, miedos y muros.

Todo lo que me das físicamente puedo controlarlo, se sobrellevarlo y me sé capaz de devolverte el favor en el mismo fervor, con la misma fuerza, pero con esto no sé que hacer. Está fuera de mis límites y no sé cómo reaccionar. Siento cosas que nunca había siquiera soñado que existían, me pides una decisión cuándo ni siquiera puedo interpretar mis propios sentimientos la mayoría del tiempo.

No sé qué hacer, quiero ser eso que necesitas, quiero serlo todo por ti. Pero el miedo me frena, congela mi razón y esos muros que me protegen se alzan aún más que antes y no puedo hacer otra cosa que alejarte, decir las palabras exactas que sé te harán odiarme, para protegerme, para no temer.

lunes, 13 de diciembre de 2010

Carta a mi mejor amiga:

¿Sabes? Al principio ni siquiera había pensado en escribir esto, ni pasó por mi mente si soy honesta, pero entonces me puse a pensar en todo lo que hemos pasado juntas y me di cuenta de que era absolutamente necesario al menos una carta para decírtelo todo.


Entonces volví a darme cuenta de algo ¿Decirte qué? Lo mucho que te amo, que siempre serás indispensable en mi vida, que aunque no lo demuestre eres la persona más importante en el mundo para, que nunca cambies, todas esas cosas ya se han dicho antes, tú mereces mucho más, tú mereces algo mejor de lo que yo jamás podría darte.

Mereces el universo entero con todas sus maravillas, mereces la canción más hermosa, el mejor libro, lo mejor del mundo, porque para mí tú eres la mejor del mundo.

No hay un instante de mi vida en que no haya contado contigo, siempre has estado para mí cuando lo único que hago es llorar, así sea por tontas razones, estás cuando mi mal humor no me deja ni soportarme a mí misma, cuando se me sube el adolescente y me siento la única en el mundo y que nadie me comprende tú me demuestras que todos pasamos por aquí, que cuando tocamos fondo lo único que queda es subir, has estado para mí también en mis mejores momentos, la compañera invariable de mis logros.

Soy egoísta, guardándome a esta maravillosa persona para mí, pero no puedo evitar hacerlo, no puedo evitar quererte para mí sola.

Me has enseñado tanto que no se cómo agradecerte, desde las cosas más básicas hasta cómo ser una mejor persona.

Y sin embargo, a pesar de todas estas cosas buenas a veces me pides perdón, perdón por equivocarte, perdón por no ser perfecta hace muchos años, y siempre te digo lo mismo no hay de que disculparse, porque gracias a ese error estoy aquí, gracias a ese error soy quién soy, pero más importante aún, gracias a ese error estamos juntas y soy incapaz de imaginarme la vida de una manera distinta, con sus altos y bajos, las peleas, las lágrimas, las risas y el amor.

Así ha sido hasta ahora y espero que sea así siempre, tú y yo, juntas, sin importar el tiempo ni la distancia, sin importar nada, porque para mí tú eres todo, mi mejor amiga, mi profesora, mi compañera, mi mamá.

Te amo mami.

jueves, 9 de septiembre de 2010

Tu Recuerdo


-Entonces… ¿Esto es todo?- me preguntó con voz ahogada, yo solo abrí la puerta y lo invité a pasar delante de mí… Allí, al otro lado de la puerta no había más que oscuridad y un abismo de olvido, se acercó cuidadoso a ese abismo y se asomó a él, tal vez adivinando la inevitabilidad de su destino.- ¿Esto es todo?- repitió después de tragar saliva, me miró con una desesperación refleja a la mía.


-Sí…- mi voz sonó más segura de lo que me sentía, he ahí el beneficio de los monosílabos. Se acercó a mí con paso indeciso, algo extraño en él, ya que ni siquiera es corpóreo, no es una persona, es más bien como una presencia, tu presencia, nuestras memorias condensadas que mi desesperación por no dejarte ir hicieron casi palpable, ¿es esto acaso una señal de demencia? y entonces me acarició el rostro con recuerdos, o como el recuerdo de un sueño, un sueño en el que yo aún significaba algo para ti, tomo mi mano entre las suyas y me miró aterrado a los ojos mientras la primera lágrima caía por mi mejilla.

-¿Esto es lo que quieres?- me preguntó, sabiendo de antemano cuál era la verdad, quise mentirle, quise decirle que sí, que no había nada que ansiará más que deshacerme de él para siempre.

-Sabes que no…- le dije sonriendo con amargura mientras soltaba mi mano de su agarre.- sabes que esto me duele incluso más que a ti…- él lo sabía y sé que tú también lo sabes, después de todo… Él es parte de ti, así como es parte de mí. De repente en mi mente surgió una duda.

-¿Le dolerá?- le pregunté a él, pero no, eso no era lo que quería saber.- ¿Lo sentirá siquiera?- pregunté ahora dándole una mirada desesperada semejante a la que él me había regalado instantes antes, ahora fue su turno de mirarme con compasión… Sabiendo que me refería a ti.

-No…Yo no…- balbuceo un poco antes de darme una respuesta directa.- No sabría decírtelo.- suspiró. Cerré los ojos mientras dejaba más lágrimas correr, mientras comprendía que este realmente era el final, que aquí acababa todo el camino que recorrimos los tres.

Como si fuese una enfermedad contagiosa lo sentí sollozar junto a mí, y en una mala imitación de una coordinada danza nos movimos al mismo tiempo, nos acercamos y lloramos, lloramos por mí, lloramos por él, pero sobre todo lloramos por ti, por lo incierto de tu destino.

Ambos sabríamos que después de esto, yo saldría de allí, cerraría la puerta con llave y arrojaría esa llave lejos, dónde nunca pudiese encontrarla nadie, ni siquiera yo misma.

Él se quedaría para siempre al otro lado de la puerta, no había mucho que discutir ni especular al respecto, ambos sabíamos que ese era su destino, oscuridad y olvido, nada más.

Lloré con más nervio mientras él me apretaba fuerte y mojaba el hombro de mi camisa, ambos pensando lo mismo, ambos temiendo lo mismo. Temiendo por ti, por lo que sería de ti sin mí, por lo que sería de ti sin él, preocupándonos, lamentándonos, sintiéndonos culpables por no haber podido hacer más.

No sé si pasaron horas o solo minutos, allí el tiempo es algo difícil de definir, pero finalmente nos separamos, él tembloroso y aterrado, y yo queriendo limpiar mis lágrimas, pero de nada servía porque estas seguían brotando sin control.

Nos miramos una vez más, yo ya sin fuerzas y él con convicción, asintió en mi dirección y dándome la espalda comenzó a caminar hacia el abismo, casi en el borde se giró y compartimos una última mirada cargada de sentimientos que no queríamos traer a flote.

Con un suspiro, él hizo su último acto de valentía, saltando a ese abismo de oscuridad y olvido… Sobre todo olvido.

En un arrebato de arrepentimiento corrí y me arrodillé junto al abismo, tal vez tratando de verlo por última vez, tal vez tratando de verte a ti, tal vez esperaba oír su último grito desesperado, pero nada de eso llegó.

Pero en cambio otras cosas llegaron, llegó el eco de tu voz, de tu risa que aunque molesta era querida para mí, llegó el eco de millones de sentimientos, cariño, confianza, amistad y muchos, muchos más ecos me golpearon de repente, cada uno de ellos más doloroso que el anterior, tan súbito cómo había comenzado terminó, el eco desapareció y ahora no puedo recordar si ese eco fue real o solo parte de mi trastornada imaginación.

Una última lágrima calló de mi barbilla y se perdió en el abismo como él, como tu recuerdo. Me apresuré a salir de esa habitación, no muy segura ya de por qué me causaba tanto terror, cerré la puerta y pasé la llave, algo me impulsó a tirar la llave lejos, como si fuese algo peligroso, como si lo que estuviese al otro lado de la puerta pudiese hacerme daño, me giré para no ver dónde caía la llave y así no tener la tentación de recuperarla en algún momento.

Me alejé de allí sin mirar atrás, me alejé de ti, de tu recuerdo, del olvido, del abismo y la oscuridad con el terrible sentimiento de que dejaba algo importante atrás, pero con la certeza de nada bueno me traería recuperarlo.

domingo, 1 de agosto de 2010

El último Telón


La vida es una obra de teatro, una obra improvisada, que viene sin libretos ni ensayos, ni mucho menos podemos contar con manual de instrucciones.


Esta obra puede ser un absurdo, puede ser una comedia o un drama, todo depende de nosotros, los actores principales. De nosotros, que podemos decidir dirigir nuestra propia obra, o que otros la dirijan a su conveniencia.

Queda de nuestra parte, si será inspiración para futuras obras o si pasará sin pena ni gloria.

Queda de nosotros, actores, protagonistas y directores de cada una de nuestras obras, el presentar una actuación estelar para que el público tenga algo que aplaudir cuando caiga el último telón.

lunes, 12 de julio de 2010

Dear Daddy


Dear Daddy:

Hay tanto que quiero decir, que no creo que esta carta sea suficiente para expresarlo todo.

Yo hasta hace poco estaba algo resentida ¿Sabes?, pero no contigo con otros, por dejarme, por nunca preocuparse por mí, por no crecer ni asumir lo que un hijo representaba, por querer aferrarse a una vida de desprendimiento y sin ninguna responsabilidad que nada de bueno debe tener. Pero ahora, que me considero más madura y con mayor capacidad de análisis, me doy cuenta que no perdí absolutamente nada, de hecho sin él conseguí algo mucho mejor, te conseguí a ti. ¿Qué más puedo pedir? ¿Qué más puedo querer? SI tengo personas que me aman a mi alrededor y una familia envidiable, no necesito nada más, tengo todo lo necesario para hacer lo que quiera de mi vida.

Y te agradezco por eso, por quererme, por estar aquí siempre, de una u otra manera, por aceptarme con todas mis cosas malas y por amar las buenas, por aceptar la responsabilidad que otros no supieron cumplir y por sobre todo, por aceptarla con amor, porque gracias a ti ahora sé que no hacen falta lazos de sangre ni compartir un apellido para considerar a alguien parte de tu familia, para que roben un pedacito de tu corazón para siempre.

Dear Daddy, hay tantos momentos maravillosos pasados juntos, tantas dificultades que hemos cruzado, tanto por vivir, que a veces me siento abrumada, pero sé que teniéndote aquí, conmigo, nunca nada malo me pasará, porque tú no dejarás que me hagan daño, y aunque hay personas que me han herido y sé que te desagradan por ello, no las dejes llegar a ti, porque me hicieron un favor, al alejarse de mí dejaron de detenerme y desde entonces todo ha sido mejor.
    
Dear Daddy, te quiero tanto y estoy tan acostumbrada a ti, que ya nadie jamás podrá ocupar tú lugar, ni siquiera compartirlo, porque eres único para mi, siempre lo serás.

Dear Daddy, te quiero, de verdad.

jueves, 1 de julio de 2010

Difícil

Nunca nadie dijo que la vida sería fácil, realmente nunca he esperado que lo sea, siempre creí que la llevaba bien, pero hoy me di cuenta que hay cosas que me superan, cosas que me cuesta asimilar, cosas que son sencillamente... difíciles.

Es dífícil comenzar algo desde cero, es difícil dejar algo que amas atrás, es difícíl hacer las cosas bien, es difícil aceptar cuando haces mal, es difícil no tener miedo, es difícil superarlos, es difícil dar consejos, es difícil tomarlos... Pero hay ciertas cosas que me hacen cada vez un peso más grande sobre los hombros, que me hacen más trabajoso respirar.

Es difícil cuando alguien a quien quieres se lastima a si mismo.
Es difícil guardar un secreto que no te pertence.
Es difícil darse cuenta que alguien no quiere tu ayuda.
Es difícil darse cuenta que es más fácil perder a alguien que decir "Te quiero".
Es difícil no ver que tu personas más cercanas se separan,que el amor se cae a pedazos.
Es difícil necesitar algo que nadie está dispuesto a dar.

Pero por encima de todas las cosas, es difícil de aceptar que quien te importa nunca se ha preocupado por ti.

domingo, 6 de junio de 2010

No saber


Lo peor de querer a alguien no es que sea la persona indicada para ti, pero tú no la correcta para él. Tampoco es que no lo seas, porque igualmente lo quieres.
No es estar con alguien queriendo a otra persona.
No es perder oportunidades
Lo peor no es quedarte con el "Si yo hubiera..."
No, todo eso es relativamente fácil de llevar comparado con el no saber.

No saber cuando la amistad dejó de ser suficiente. No saber si ese "Quería verte" significa para él la mitad de lo que significa para tí, si su sonrisa ilumina el día de alguien más como lo hace con el tuyo, si un simple saludo de alguien más le alegra el día como a tí te lo alegra el suyo. Si para él eres algo más que una amiga o, si al contrarrio, tiene su asignatura pendiente.

No saber tantas cosas de las que quisieras estar segura, y estar siempre con esa incertidumbre, de si es o no es.
Si quiere o no.
Si te quiere o no.

Pero es que hay veces, que entre querer y no querer, me pregunto si realmente vale la pena saber.