Cada cabeza es un mundo, aquí dejo un trozo del mío...

jueves, 10 de mayo de 2012


Sentada en el alfeizar de la ventana con una taza de entre las manos cierro los ojos y puedo verte de nuevo, te he visto tantas veces que ya me cuesta discernir entre ficción y realidad. El escenario que me rodea se desdibuja con lentitud, poco a poco dejo de sentir el calor de la taza entre mis dedos, la madera en la que me apoyo deja de ejercer presión contra mi espalda, aunque el sol toca mi piel casi no siento su calor,  un leve escalofrío me recorre y el polvo hace escocer mi nariz, abro los ojos y me encuentro a mi misma entrando a un antiguo teatro. Dejándome guiar por la suave melodía de un piano recorro el espacio tras bastidores con lentitud y los escalones de madera crujen bajo mis pies al subirme al escenario. Y allí estás tú, golpeando suavemente el teclado con expresión de tenaz concentración, a pesar de la tenue iluminación distingo el familiar tatuaje en el lateral de tu muñeca y no puedo evitar sonreír, es como volver a encontrar a un viejo amigo.

Una fría corriente de aire me hace temblar ligeramente, tú aún no me has visto así que retrocedo uno pocos pasos con las manos tras mi espalda hasta sentir la suave textura del terciopelo del telón contra las yemas de mis dedos. Me dejo llevar por tu música como cada vez que te encuentro, te miro. Me encanta mirarte, no sé si lo sabes pero es como si una luz irradiara de ti, duele como si mis ojos apuntasen directamente al sol, pero es tan hermoso que no me atrevo siquiera a parpadear. Comienzo a marearme, hay un dolor martilleante contra mis sienes y casi con mayor malestar del que me produce observarte desvío la mirada y me concentro en como la luz baña una telaraña escondida entre los asientos de primera fila. La música aumenta su cadencia y está llena de palabras que nunca nos hemos dicho, de sentimientos que no nos atrevemos a expresar y de posibilidades que nunca se verán realizadas. Porque tu presencia es tan temporal como mi mente lo permita. Porque mismo no existes más allá de los confines de mi imaginación. Porque cuando abra los ojos no estarás y yo seguiré en el alfeizar de la ventana con una taza de té, ahora frío, entre mis manos. Porque no me conoces y yo aún no te he encontrado.