Cada cabeza es un mundo, aquí dejo un trozo del mío...

sábado, 28 de julio de 2012

Volar


Todo es silencioso, todo está oscuro, un único foco de luz ilumina un cuerpo en elegante postura. Preparado. Expectante.

Empieza la música. Ritmo suave. Segundos inmóviles, audiencia e intérprete esperan. 5, 6, 7,8... Movimientos sencillos. Elegancia. Feminidad.

Respira. Desplazamiento. Mira al público. Punta. Giros rápidos, pequeños saltos. Vida. Alegría.

Desde muy pequeña su mayor sueño era volar, quería sentirse libre, elevarse sobre todo lo demás, dejar sus problemas atados al suelo y alejarse de todo. Escuchar la calma. Sentir el silencio. Simplemente volar.

Brazos extendidos pero no rígidos. Cabeza alta. Siente la música. Expresa con tu cuerpo lo que tus labios son incapaces de decir. Vive

Se acerca el clímax, movimientos rápidos. Abarca todo el espacio. Búsqueda. Tu cuerpo es tu instrumento. Baila. Siente la música vibrar dentro de ti. Giros, giros, más giros. No pierdas el foco.

Vuelve la calma, descansa, cae al suelo. La suave música guía tu cuerpo, eres un títere de las sensaciones. De pie. Confusión. Silencio. Mira al público. Espera

Renace la música. Pasos cortos. Toma impulso y salta, el mejor Grand Jete que seas capaz de conseguir. Justo en ese momento lo sientes. El silencio. Puedes saborear la calma en la punta de tus dedos. El resto del mundo quedó en donde tus zapatillas se alejaron del suelo. Eres libre.

El momento parece durar para siempre. Caes con suavidad en suelo al tiempo que acaba la música. Aplausos resuenan a tu alrededor pero son incapaces de romper tu calma. Tu cuerpo tiembla. Sonríes mientras lagrimas corren por tus mejillas. Un nuevo ritmo mueve tu cuerpo, los latidos de tu propio corazón. Lo conseguiste. Eres capaz de volar.

¡Cree!


El pequeño Andrés despertó cuando aún el cielo estaba oscuro. Suspiró con pesadez y se sentó en la cama con sus piececillos descalzos colgando del borde, movió los dedos rápidamente mientras contemplaba cuanto impulso tenía tomar para saltar lo suficientemente lejos y estar a salvo de los seres desagradables que probablemente habitaban entre la pelusa bajo su cama. Pero entonces se detuvo y frunciendo el ceño miró al suelo recordando las palabras de su hermano “Los monstruos no existen Andy.” Le había dicho con su sonrisa cínica de hermano mayor. “Ni los dragones.” Continuó como si no estuviese aplastando el mundo de Andrés con sus palabras “Nada de eso es real” Y se alejó luego de rodar los ojos con toda la autoridad que le conferían sus recientes 13 años.

Andrés se puso de pie al borde de la cama, con los talones tan cerca como pudiese de la ciudad de pelusa y esperó. Nada.  Julián tenía razón, pensó casi decepcionado de que algún ser no le hubiese jalado por los tobillos.
-Todo es mentira.- murmuró, dándolo así por decretado se dirigió al baño a hacer caso al llamado de la naturaleza, la razón original por la cual se había despertado.

Al regresar a su habitación se detuvo junto a la cama de Julián, quien dormía plácidamente, ignorante de la revolución de fe que había causado en su pequeño hermano, con una pierna colgando de la orilla de la cama, las mantas en un enredo a un lado, con la boca ligeramente abierta y saliva humedeciendo su almohada.
- Te babeas dormido.- dijo Andrés acusadoramente en voz alta buscando algún tipo de venganza, siguiendo un impulso repentino recurrió a todas sus fuerzas y descargó su puñito cerrado contra el hombro de su hermano, Julián roncó violentamente y se revolvió en dirección a Andrés. El pequeño saltó y presa del miedo corrió a su propia cama, saltó sobre ella y se escondió bajo las mantas. En la oscuridad podía oír a Julián removerse y quejarse desde el otro extremo de la habitación.

-¿Andy?- escuchó a Julián murmurar medio dormido, se mantuvo inmóvil con el corazón latiéndole violentamente contra las costillas y aguantando la respiración, temiendo que pudiese delatarlo.- Enano fastidioso…- murmuró Julián y Andrés le sacó la lengua a pesar de que su hermano no podía verlo. Andrés esperó en silencio, pero con cada segundo que pasaba se adormecía un poco más, el pequeño se revolvió con cansancio pero el suave crepitar de papel lo hizo despertarse de nuevo. Andrés se movió un poco y lo escuchó otra vez, tanteando con sus manitas extrajo un sobre escondido entre las mantas y su cuerpo, lo examinó con interés, ese sobre no había estado allí antes, él estaba seguro de ello, su madre los había hecho arreglar la habitación antes de dormir.

Andrés pensó que podía ser de su hermano, se bajó de nuevo de la cama y sacudió a Julián hasta que este gruñó abriendo solamente el ojo izquierdo.
-¿Esto es tuyo?- le preguntó acercando el sobre al rostro de su hermano con ansiedad, Julián lo miró por un segundo antes de murmurar un bajo “No” girarse y seguir durmiendo. Andrés se dirigió al cuarto de sus padres al final del pasillo, la oscuridad y la suave brisa hacían que se le erizara la piel del cuello, apretando el paso llegó a la habitación, su padre roncaba en una imitación muy grande de Julián y su madre dormía con la cara bajo una almohada. Andrés se arrepintió en el último segundo y regresó a su cuarto sin despertar a sus padres. A mitad de camino volvió a cambiar de opinión y se metió en el baño del pasillo, el que compartía con su hermano.

Una vez hubo cerrado la puerta con seguro prendió la luz y miró el sobre. Era extraño y de textura muy suave, no se parecía en nada al papel sucio del periódico de su padre ni a las brillantes hojas de las revistas de su madre, no se parecía en nada a ninguno de los muchos libros que sus padres conservaban en el estudio del piso inferior. Andrés giró el sobre y una escritura morada en una de las esquinas llamó su atención.
Andy” era lo único que rezaba la brillante y apretada escritura. Ya que tenía su nombre y lo había encontrado en su cama Andrés no vió problema alguno en abrirlo, una sensación cálida se apoderó de él y tuvo el presentimiento de que ese sobre contenía algo importante, algo suyo, era una sensación semejante a la que tenía durante su cumpleaños a ver la montaña de regalos de sus amigos y familiares, pero mejor. Con manos temblorosas sacó un trozo de papel que parecía relucir en el pequeño baño, Andrés lo sostuvo entre las manos y extraño zumbido le tapó los oídos “magia” solía susurrar su madre cada vez que eso ocurría.- Magia.- repitió Andrés en un susurro, casi completamente convencido de lo sobrenatural del papel entre sus dedos.
Con lentitud, utilizando todas sus capacidades de lectura aprendidas hasta sus cortos años, leyó el contenido.

“Querido Andy:

Esto no es algo que solemos hacer, no nos gusta ser reconocidos, solemos meternos en problemas, los adultos no nos comprenden, pero sabemos que tú si lo harás.

Julián estaba equivocado, los dragones si existen, lo sé de buena fuente, uno muy simpático es mi vecino. También las brujas, aunque no suelen ser tan malas ni la mitad de feas, son muy útiles, su magia es la que nos mantiene ocultos, son nuestras sanadoras, podría decirse “doctoras” como creo que es el equivalente en tu mundo. Los Trolls son muy listos, son nuestros preparadores, nos enseñan todo lo que necesitamos cuando somos jóvenes como tus “maestros”. Así como ellos hay muchos ejemplos, las sirenas son excelentes cantantes y les encanta animar fiestas, Los gigantes aman el arte, los más reconocidos pintores y escritores de nuestro mundo miden más de 5 metros. 
Conozco un centauro que es el mejor chef de la ciudad, somos una comunidad muy unida.

Lamento no poder ir personalmente, pero la seguridad es algo que tomamos muy en serio. Preferimos pasar desapercibidos, así no nos metemos en problemas y es que mi especie, soy un duende por cierto, somos muy traviesos, amamos los juegos y a mi me encanta verte jugar. Eres un niño muy imaginativo Andy, no dejes que nadie te quite eso, la imaginación es el mejor de los regalos.

En fin, no puedo decir mucho más, conseguí que mi amigo Lucas, el fénix, dejara esta carta para ti, pero se supone que no debes saber de nuestra existencia, cuento contigo para que guardes el secreto.
Ahora me despido, tu amigo Teodoro, el duende.”

Andy se quedó viendo la cara con ojos como platos y temblando más que antes, repentinamente sintió un peso extra en el sobre que descansaba sobre su pierna izquierda, dejando la carta de un lado volteó el sobre en el suelo ante él, una fotografía instantánea salió del sobre, en ella se veía a un niño pequeño sentando ene l medio de un bosque, era pelirrojo de ojos azules muy brillantes y Ando notó que tenía las orejas puntiagudas, mientras miraba la foto el chico le guiñó un ojo, Andy dio un respingo de sorpresa, dejando caer la foto en el suelo, en la parte trasera, con la misma apretada caligrafía morada estaba escrito “¡Cree!”

Andy sonrió casi con ganas de llorar, no podía ser posible tenía que decírselo a Ju… Pero entonces recordó, Teodoro había confiado en él, así que Andy guardaría el secreto.

jueves, 10 de mayo de 2012


Sentada en el alfeizar de la ventana con una taza de entre las manos cierro los ojos y puedo verte de nuevo, te he visto tantas veces que ya me cuesta discernir entre ficción y realidad. El escenario que me rodea se desdibuja con lentitud, poco a poco dejo de sentir el calor de la taza entre mis dedos, la madera en la que me apoyo deja de ejercer presión contra mi espalda, aunque el sol toca mi piel casi no siento su calor,  un leve escalofrío me recorre y el polvo hace escocer mi nariz, abro los ojos y me encuentro a mi misma entrando a un antiguo teatro. Dejándome guiar por la suave melodía de un piano recorro el espacio tras bastidores con lentitud y los escalones de madera crujen bajo mis pies al subirme al escenario. Y allí estás tú, golpeando suavemente el teclado con expresión de tenaz concentración, a pesar de la tenue iluminación distingo el familiar tatuaje en el lateral de tu muñeca y no puedo evitar sonreír, es como volver a encontrar a un viejo amigo.

Una fría corriente de aire me hace temblar ligeramente, tú aún no me has visto así que retrocedo uno pocos pasos con las manos tras mi espalda hasta sentir la suave textura del terciopelo del telón contra las yemas de mis dedos. Me dejo llevar por tu música como cada vez que te encuentro, te miro. Me encanta mirarte, no sé si lo sabes pero es como si una luz irradiara de ti, duele como si mis ojos apuntasen directamente al sol, pero es tan hermoso que no me atrevo siquiera a parpadear. Comienzo a marearme, hay un dolor martilleante contra mis sienes y casi con mayor malestar del que me produce observarte desvío la mirada y me concentro en como la luz baña una telaraña escondida entre los asientos de primera fila. La música aumenta su cadencia y está llena de palabras que nunca nos hemos dicho, de sentimientos que no nos atrevemos a expresar y de posibilidades que nunca se verán realizadas. Porque tu presencia es tan temporal como mi mente lo permita. Porque mismo no existes más allá de los confines de mi imaginación. Porque cuando abra los ojos no estarás y yo seguiré en el alfeizar de la ventana con una taza de té, ahora frío, entre mis manos. Porque no me conoces y yo aún no te he encontrado.

miércoles, 29 de febrero de 2012

Carta a un desconocido

Querido Anónimo, te escribo con ganas de encontrarte y miedo a perderte. Te escribo como te he escrito tantas veces, con la ignorancia de mi juventud (sé que dirás que no es excusa pero se indulgente conmigo y más aún con este pequeño escrito, el primero que me atrevo a dirigirte sin disfraces. Dedicado a ti en tu más pura esencia). Pero por sobre todas las cosas, apreciado Anónimo, te escribo porque no te tengo.

Te escribo desde mi corazón anhelante, este que sigue buscando un amor que aún no dignas a mostrarme (porque sí, tú lo tienes cautivo entre tus desconocidas manos), atrapado se revuelve y lucha contra tu cárcel, queriendo ser libre, queriendo encontrarnos, a ti y a mí. Desde lo desconocido escribo esta misiva, mi señor Anónimo, desde la incertidumbre que da el no haber vivido aún el primer amor, aquel tan aterradoramente hermoso, aquel que dicen queda para siempre en la memoria, el legendario.

Añoro algo que nunca he tenido (¿es eso posible mi esperado anónimo?), sueño despierta con el momento en el que finalmente te encuentre, quiero escuchar tu risa y hacerte sonreír, sentir tu dedos entre los míos y tocar tu rostro, inhalar tu aroma y volverme adicta a tu perfume. Envidio a quienes te han descubierto y pueden llamarte por tu nombre sin dudar, con la confianza de saberse poseedores de algo hermoso. Te he soñado tanto mi querido anónimo. Mi sobre ejercitada imaginación te ha visto llegar a mi vida de tantas formas, has aparecido en mis sueños con facciones tan diversas, palabras tan distintas pero siempre eres tú. Te reconozco ti, mi Anónimo, en todos mis ensueños.

A veces me pregunto si piensas en mi, si esperas a alguien como yo, Anónimo mío, o si en cambio crees haber atrapado ya al pequeño Eros y disfrutas de la compañía de alguien más.

¿Te puedo confesar algo querido Anónimo? Tengo miedo, no es algo que suela admitir pero tengo miedo de no encontrarte, me aterra desperdiciar la vida buscándote y perderme otras muchas cosas que también son importantes. Me da miedo que no seas real, que resultes solo ese rostro incierto producto de mi imaginación, que esa fantasía que llaman amor no exista para mí. Tengo miedo no saber hacer esto, no saberte querer de la manera apropiada, de la manera que te mereces. Me asusta no ser suficiente, porque aunque no eres perfecto (A pesar de todo sigues siendo humano, mi Anónimo, pero humano al fin) para mí estas bastante cerca de serlo, dolorosamente cerca.  Pero no nos pongamos pesimistas señor Anónimo, que mi propósito no es hacernos llorar.

Hay tantas cosas que quiero compartir contigo, algunas que ya he hecho antes, pero el hecho de que tú estés conmigo las hará infinitamente mejores, dignas de conmemorar. Quiero largas conversaciones y noches en vela, quiero ir al cine, a cenar, compartir un helado o simplemente acostarnos al aire libre a contemplar el cielo, escuchar música, discutir sobre deporte o cualquier cosa en la que no estemos de acuerdo. También quiero las peleas, la incertidumbre, las tan nombradas “mariposas en el estómago”, todo contigo mi anhelado Anónimo.

También tengo preguntas, pero no te preocupes, nada demasiado comprometedor. Solo quiero llegar a conocerte, quiero saber cosas de ti solo porque me importas, detalles triviales o momentos que dejaron huella, lo que quieras compartir conmigo será siempre bien recibido.

Pero ha pasado algo, mi dignísimo señor Anónimo, he decidido vivir, no me malinterpretes, siempre te esperaré y cuando decidas llegar a mí aquí estaré con los brazos abiertos y probablemente unas cuantas lagrimas de felicidad, aunque no prometo nada. ¿Por qué? Te debes estar preguntando, porque si estás allí afuera, mi amado Anónimo, allí en el mundo real sé que valdrá la pena esperar por ti.