Cada cabeza es un mundo, aquí dejo un trozo del mío...

miércoles, 29 de febrero de 2012

Carta a un desconocido

Querido Anónimo, te escribo con ganas de encontrarte y miedo a perderte. Te escribo como te he escrito tantas veces, con la ignorancia de mi juventud (sé que dirás que no es excusa pero se indulgente conmigo y más aún con este pequeño escrito, el primero que me atrevo a dirigirte sin disfraces. Dedicado a ti en tu más pura esencia). Pero por sobre todas las cosas, apreciado Anónimo, te escribo porque no te tengo.

Te escribo desde mi corazón anhelante, este que sigue buscando un amor que aún no dignas a mostrarme (porque sí, tú lo tienes cautivo entre tus desconocidas manos), atrapado se revuelve y lucha contra tu cárcel, queriendo ser libre, queriendo encontrarnos, a ti y a mí. Desde lo desconocido escribo esta misiva, mi señor Anónimo, desde la incertidumbre que da el no haber vivido aún el primer amor, aquel tan aterradoramente hermoso, aquel que dicen queda para siempre en la memoria, el legendario.

Añoro algo que nunca he tenido (¿es eso posible mi esperado anónimo?), sueño despierta con el momento en el que finalmente te encuentre, quiero escuchar tu risa y hacerte sonreír, sentir tu dedos entre los míos y tocar tu rostro, inhalar tu aroma y volverme adicta a tu perfume. Envidio a quienes te han descubierto y pueden llamarte por tu nombre sin dudar, con la confianza de saberse poseedores de algo hermoso. Te he soñado tanto mi querido anónimo. Mi sobre ejercitada imaginación te ha visto llegar a mi vida de tantas formas, has aparecido en mis sueños con facciones tan diversas, palabras tan distintas pero siempre eres tú. Te reconozco ti, mi Anónimo, en todos mis ensueños.

A veces me pregunto si piensas en mi, si esperas a alguien como yo, Anónimo mío, o si en cambio crees haber atrapado ya al pequeño Eros y disfrutas de la compañía de alguien más.

¿Te puedo confesar algo querido Anónimo? Tengo miedo, no es algo que suela admitir pero tengo miedo de no encontrarte, me aterra desperdiciar la vida buscándote y perderme otras muchas cosas que también son importantes. Me da miedo que no seas real, que resultes solo ese rostro incierto producto de mi imaginación, que esa fantasía que llaman amor no exista para mí. Tengo miedo no saber hacer esto, no saberte querer de la manera apropiada, de la manera que te mereces. Me asusta no ser suficiente, porque aunque no eres perfecto (A pesar de todo sigues siendo humano, mi Anónimo, pero humano al fin) para mí estas bastante cerca de serlo, dolorosamente cerca.  Pero no nos pongamos pesimistas señor Anónimo, que mi propósito no es hacernos llorar.

Hay tantas cosas que quiero compartir contigo, algunas que ya he hecho antes, pero el hecho de que tú estés conmigo las hará infinitamente mejores, dignas de conmemorar. Quiero largas conversaciones y noches en vela, quiero ir al cine, a cenar, compartir un helado o simplemente acostarnos al aire libre a contemplar el cielo, escuchar música, discutir sobre deporte o cualquier cosa en la que no estemos de acuerdo. También quiero las peleas, la incertidumbre, las tan nombradas “mariposas en el estómago”, todo contigo mi anhelado Anónimo.

También tengo preguntas, pero no te preocupes, nada demasiado comprometedor. Solo quiero llegar a conocerte, quiero saber cosas de ti solo porque me importas, detalles triviales o momentos que dejaron huella, lo que quieras compartir conmigo será siempre bien recibido.

Pero ha pasado algo, mi dignísimo señor Anónimo, he decidido vivir, no me malinterpretes, siempre te esperaré y cuando decidas llegar a mí aquí estaré con los brazos abiertos y probablemente unas cuantas lagrimas de felicidad, aunque no prometo nada. ¿Por qué? Te debes estar preguntando, porque si estás allí afuera, mi amado Anónimo, allí en el mundo real sé que valdrá la pena esperar por ti.